El fabricante de componentes para automóviles Takata cae más de un 50% en bolsa. La pérdida desde que comenzara el año ronda el 90%, y los rumores apuntan a la desaparición de la compañía. El Gobierno japonés no rescatará a la empresa como si hiciera con Toshiba. Por su parte, el Banco de Japón no se pronuncia, aunque su vicepresidente ha vuelto a hablar de las expectativas de inflación de su organismo.

Respecto a Takata, hoy otro diario nipón insiste en que se acogerá a la bancarrota la próxima semana. En Capital Radio ya advertimos de que es una de sus filiales (casi escindida de la compañía) la que está suministrando los componentes a las distintas casas de automóviles, mientras la propia Takata busca cómo hacer frente a los más de 9.000 millones de dólares en costes que le suponen las sanciones impuestas tras el escándalo de los airbags, que fueron la causa de varias muertes en Estados Unidos. La compañía podría desaparecer antes del próximo mes, y la parte de sus pedidos y operaciones quedaría distribuida sobre todo en dos de sus filiales, que se quedarían el negocio.

También en la parte empresarial, China Evergrande ha logrado colocar 500 millones de dólares en bonos a cinco años aunque lo sorprendente ha sido el interés que ha despertado con esta emisión, por la que tuvo peticiones por más de 7.000 millones de dólares.

En el apartado de los bancos centrales, esta madrugada el protagonista ha sido Kikuo Iwata. El vicegobernador del Banco de Japón, a menudo miembro más discordante de la política monetaria de su propio organismo, ha dado hoy un espaldarazo a esa política, argumentando que las tasas de interés deben seguir donde están por un tiempo prolongado, porque la tasa de interés real a corto plazo (que se calcula restando las expectativas de inflación a las tasas de interés nominales) es todavía mayor que la de Estados Unidos. Argumenta Iwata que el objetivo del 2% para esa inflación es algo alcanzable pero para lo que el BoJ (Banco de Japón, por sus siglas en inglés) debe todavía continuar apoyando la economía, hasta que los salarios permitan un cambio de mentalidad en los ciudadanos, de forma que la inflación se mantenga estable y en positivo sin ayuda artificial.