Un 20% de las empresas del Ibex están en máximos históricos. La versión Total Return del índice también está en los niveles más altos de su historia. En estas situaciones hay dos tipos de inversores: los que se los han perdido y los que lo están disfrutando. ¿Cómo reacciona el cerebro humano ante los máximos históricos en ambos casos?

Lo analizamos con dos expertos de psicología y economía del comportamiento en Expediente Abierto en el siguiente podcast.

Tu cerebro se excita con los máximos históricos en bolsa y este es el motivo científico

Siete empresas del Ibex están actualmente en los niveles más altos de su historia. Hablamos de Cellnex, Enagás, Endesa, Ferrovial, Iberdrola, Red Eléctrica y Grifols.

Los expertos detectan que, cuando se marcan máximos históricos en bolsa, el cerebro del inversor que se ha perdido esos niveles históricos cae en una 'trampa' psicológica que tiene nombre científico: la 'prueba social' o el 'efecto arrastre'.

Es "la tendencia a imitar las acciones que realizan otras personas bajo la creencia de que se está adoptando el comportamiento correcto", según el informe de 'Psicología económica para inversores' elaborado por la CNMV.

La explicación informal se entiende mejor si utilizamos la frase de: ¿si tus amigos se tiran por un puente, tú también te vas a tirar?

Pero la trampa en este sesgo psicológico reside en el hecho de que, cuando se marcan máximos históricos en bolsa es más difícil prever lo que puede hacer esa acción o índice porque nunca ha estado en un nivel tan alto y las probabilidades son más altas en el lado de las pérdidas.

Las hormonas en los máximos históricos

El caso de los inversores agraciados con unos máximos históricos en su cartera, la reacción es muy diferente. Sus cerebros segrega tres hormonas: la dopamina, la hormona de la felicidad; la adrenalina, la hormona del miedo; y la más peligrosa: la testosterona, la hormona del 'ganador'.

La decisión que toma un inversor cuando un valor llega a máximos históricos depende de qué hormona se imponga en su cerebro. Si reina la testosterona, seremos más arriesgados, según Ana Fernández, socia fundadora de AFS Finance.

Si la que se impone es la adrenalina, la hormona del miedo, el inversor será más propenso a vender por el sesgo de 'la aversión a las pérdidas'. Según Manuel Pingarrón, responsable de servicios financieros para España, Portugal y Latinoamérica en Simon Kucher, las pérdidas están valoradas con entre un 1,5 y un 2,5 más intensidad que las ganancias.