Miramos a Estados Unidos y, concretamente, al sector farmacéutico. Estados Unidos y, en las últimas horas, también la Unión Europea, dos de los mayores bloques desde el punto de vista económico del mundo, se han mostrado partidarios de liberar las patentes de las vacunas contra la COVID-19.

Un movimiento que los países en vías de desarrollo llevan tiempo reclamando, pero que hasta ahora todo el mundo había evadido. ¿Cómo están sentando estas noticias a las cotizadas del sector?

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Liberar las patentes de las vacunas: ¿truco o trato?

Un movimiento que los países en vías de desarrollo llevan tiempo reclamando, pero que hasta ahora todo el mundo había evadido

No muy bien. Nada más conocerse la noticia, los valores ligados al sector se desplomaron. Y a quien le sentó peor fue a Moderna que se dejó en el parqué un 6,19% y hoy ha abierto con pérdidas superiores al 10% mientras que Novavax perdió un 4,94 % y la alemana BioNTech se dejó un 3,45 %. Pfizer fue la que mejor resistió el envite con ganancias planas del 0,05%, pero, al menos, firmó en verde, pero que hoy en la apertura ya registraba pérdidas del 3%.

Y es que la noticia tiene tanto apoyos como detractores. Por una parte, los ciudadanos y los gobiernos, quienes los representan, que abogan ahora por liberar la fórmula secreta de la Coca-Cola o, mejor dicho, el compuesto que consigue ganarle la batalla a la COVID-19.

La idea lleva tiempo rondando la cabeza de muchos, en realidad, desde que comenzó esta pandemia hace ya más de un año. El coronavirus ha enfrentado posiciones políticas, éticas y también, por qué no decirlo, económicas.

Por un lado está la visión de las empresas que defiende que liberar las patentes de sus vacunas sería, dicen, como tirar a la basura el trabajo de miles de personas quienes han invertido miles de horas en sacar adelantes estos viales que prometen una nueva normalidad.

Al contrapeso nos encontramos con los Gobiernos de todo el planeta que demandan que se puedan hacer públicas las recetas ya que, dicen, gran parte de los fondos para descubrir estas vacunas, con las que se están enriqueciendo estas compañías, vienen de las arcas públicas.

El peligro de las mutaciones

El SARS-CoV-2, ya lo estamos viendo, muta con cada nuevo contagio, dando lugar a miles de variantes diferentes. A más variantes, mayor es la probabilidad de que las vacunas reduzcan demasiado su eficacia y nos veamos obligados a diseñar nuevas vacunas y pasar de nuevo por todo el proceso de vacunación que en algunos sitios va más rápido que en otros.

Pero, claro está, para ir rápido necesitamos producir y las compañías no tienen, en muchos casos, la infraestructura con la que poder satisfacer la ingente demanda que existe de vacunas. Una solución, planteada en un primer momento por la Organización Mundial del Comercio, pasa por liberar las patentes.

La idea ha sido de todos y de nadie aunque de telón de fondo están las presiones que en los últimos meses, concretamente desde octubre, están haciendo países como la India y Sudáfrica. Quienes, es verdad, han conseguido que según pasaba el tiempo se hayan sumado a sus demandas otro centenar de gobiernos de todo el mundo, la mayoría de ellos, eso sí, entre los de mejor renta del globo.

La propuesta supondría suspender temporalmente, quizá hasta el fin de la pandemia, los derechos de patente de estos productos, que se contemplan en el llamado Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio. Pacto firmado en 1994 y cuya aplicación significaría, en la práctica, que las fórmulas de fabricación de los distintos fármacos contra la COVID-19 pueden copiarse libremente, sin necesidad de compensar por ello a las productoras originales.

Estados Unidos tira la primera piedra

Y ahí están las quejas y los problemas. Pfizer y BioNTech, Moderna, Novavax, AstraZeneca, Johnson & Johnson denuncian que estas prácticas rompen con el libre mercado y ataca al corazón del sistema capitalista de mercado en el que trabajan. Pero parece que, pese a las presiones, Estados Unidos, principal mercado del mundo, hace oídos sordos. De hecho, anoche, el propio Biden quien aseguraba que no tenía ningún problema en discutir este problema. Y no lo tuvo.

Horas después la secretaria de Comercio, Katherine Tai, firmaba una orden extraordinaria en la que aseguraba que esta crisis sanitaria se está produciendo en “circunstancias extraordinarias” y había que tomar medidas acordes.

En los últimos meses, Estados Unidos se ha opuesto, en varias ocasiones, a la propuesta de la OMC para suspender las protecciones de la propiedad intelectual y poder aumentar la producción de vacunas. Ahora dan media vuelta. A pesar de que el asesor médico de Joe Biden, Anthony Fauci, diga sentirse agnóstico ante una decisión como esta.

En una palabra estaba la clave de las declaraciones de Fauci. Él dice que quiere a todo el mundo vacunado, pero matiza: en los países desarrollados. También es verdad que Biden ha lanzado esta anuncio cuando allí, al otro lado del charco, ya están vacunados 200 millones de estadounidenses.

¿Apoyos globales?

El caso es que tras este anuncio se han sucedido las cascadas de reacciones. Desde Bruselas, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von Der Leyen, asegura estar dispuesta a “discutirlo”.

¿Y en el otro hemisferio del globo? En América Latina siempre se han mostrado partidarios de liberar unas patentes de vacunas que tal y como ha expresado el presidente de Argentina, Alberto Fernández, son un “bien público”.

Lo que sabemos es que esta pandemia se ha cobrado, hasta la fecha, la vida de más de 3 millones de personas e infectado a casi 500 millones.

Cada día se mantienen los ritmos de contagios y fallecidos impulsados por la aparición de nuevas variantes y mutaciones que hacen, en algunos casos, menos eficaces a estas vacunas. Y ahí es donde inciden gobiernos de todo el mundo y asociaciones que tachan a las farmacéuticas de ladronas a quienes como Robinhood, cuya banda sonora es nuestro telón de fondo de hoy, quieren robar para dárselo al resto. En este caso el motín son fórmulas de vacunas que salvan vidas.