Más de 189.000 millones de dólares. Este es el fondo de ayudas por la COVID-19 que han puesto en marcha las principales economías del mundo. Dinero destinado a reconstruir la economía, pero también a transformarla. ¿Hacia dónde? En teoría, hacia un mundo “verde”. ¿Está siendo así?

Escucha la historia completa en este podcast de Mercado Abierto:

Los rescates del G7 sin "factura verde": ¿por qué?

Algo más del 40% de los fondos públicos de recuperación económica se destinan a energías fósiles mientras que apenas un 30% va a parar a las renovables

A ver, a ver… que no son todos tan “verdes” como dicen. Veamos cómo se han repartido estos 189.000 millones de dólares que, todo hay que decirlo, no son pocos. Pues bien, a pesar de las promesas de los Gobiernos de todo el mundo parece que se quedan en papel mojado.

Reconstruir el mundo (y las economías) orientando las actividades hacia una transición verde y una nueva economía respetuosa con el medioambiente parece que está siendo más fácil de anunciar que de llevar a cabo.

Más de la mitad de los 372.000 millones de dólares que los países del G7, es decir, Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido han destinado a la reconstrucción de la economía se han invertido, hasta ahora, en actividades relacionadas con la producción y el consumo de la energía.

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El peso de los fósiles

Pero ¿qué pasa? Pues que esta energía no está siendo, precisamente, producida de la mano del viento, el sol o las olas del mar, es decir, de las fuentes de energía renovables sino que se están dejando a gasto de empresas ligadas al petróleo, el gasto y el carbón.

Según un informe de Tearfund, la mayor parte de estos 372.000 millones se entregó, y, atentos, sin condiciones, a empresas que no han estado interesadas en reducir su huella de carbono.

¿El problema? Pues que las reformas e inversiones que cada día anuncian los Estados dibujarán el mundo del futuro. Horizonte en el que, recordemos, las naciones se han comprometido a tener unas emisiones neutras de carbono en 2050, en apenas tres décadas. Una oportunidad paras las potencias que, según Tearfund, no están aprovechando.

El caso alemán

De hecho, por ejemplo, en Alemania, el rescate a la aerolínea Lufthansa de 9.000 millones aprobado por el gobierno de la canciller, Angela Merkel, o los 10.000 millones de dólares que Estados Unidos invirtió en sus aeropuertos. Dinero todo este, sin clausulas verdes o compromisos de protección al medioambiente.

En un sector, el aeronáutico, que llama la atención a cuenta de las ingentes toneladas de CO2 que, cada día, vierten a la atmósfera.

Más del 40% del dinero público contamina

De los fondos públicos de rescate algo más del 40% se han destinado, sin condiciones, a las energías fósiles mientras que apenas un 30% se ha invertido en proyectos condicionados por el cuidado al medioambiente.

El problema la rentabilidad de cada una de las inversiones según nos comentaba hace unas semanas en Capital, La Bolsa y La Vida, Jesús Castillo, profesor de Ecología de la Universidad de Sevilla.

Pero no todo iban a ser malas noticias, alrededor de 147.000 millones se han “puesto” sobre ideas de energía limpia. Sin ir más lejos, en Italia el Gobierno ha destinado gran parte de los fondos a proyectos para “enverdecer” los hogares del país transalpino para que sean más eficientes energéticamente.

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Sin embargo, no es suficiente. Los países del G7 representan alrededor de una cuarta parte de las emisiones mundiales de carbono, pese a representar apenas un 10% de la población mundial.

Hace unos días, a principios del mes de mayo, este club de países prometieron detener la financiación a proyectos de carbón en el extranjero, es decir, en las regiones que utilizan para la subcontratación de la producción, por lo general, más empobrecidas como África o Asia mientras intensifican sus esfuerzos de cara a 2022 para limitar el aumento de las temperaturas a 1,5º C en relación con la época preindustrial.

¿Problemas? los objetivos

Objetivos todavía algo inalcanzables. De hecho, en otro informe publicado este miércoles por la Agencia Internacional de la Energía, se ponía sobre la mesa un nuevo paso atrás: en 2020 las inversión de China y los países del sudeste asiático en centrales eléctricas de carbón aumentó mientras que la inversión en la industria upstream de petróleo y gas se espera que aumente este 2021 casi un 8%.

Pero volviendo al informe de Tearfund, señalar que los gobiernos de Australia, India, Corea del Sur y Sudáfrica, invitados a la cumbre del G7 que se celebra esta semana de manera telemática en Londres, han apoyado ¿el qué? la expansión de la producción de carbón, ya sea financieramente o con simples medidas políticas desde enero de 2020.

Y es que tal y como asegura Rich Gower, de Tearfund, “cada centavo importa y gastar hoy en energía “sucia” está, dicen, “perpetuando los combustibles fósiles en el futuro". Idea que también apoya la bolsa tal y como nos confirma a Mercado Abierto, Pablo García, director general de Divacons Alphavalue.

Parece entonces que los países más ricos del planeta, por el momento, llegan sin los deberes hechos.

¿Próxima cita? la COP26, la cumbre por el clima que tendrá lugar en noviembre en Glasgow a la que los gobiernos llegan a planes de reducción de emisiones más ambiciosos gracias, dicen, a las inyecciones de dinero en el desarrollo de nuevos empleos e industrias verdes. Serán las que vengan porque, de momento, en lo que invierten, y aquí están los datos, es en lo mismo de siempre: en las fósiles que poco a poco, siguen asesinando al planeta.