Estados Unidos y China siguen sin llegar a firmar un acuerdo comercial que satisfaga a ambas partes. La de este pasado martes y hoy miércoles en el centro económico de China, Shanghai, ha sido la primera ronda de negociaciones tras la cumbre de finales de junio que terminó sin acuerdo.

Ambos bandos confirman que la línea de diálogo se mantendrá abierta ya que ninguna de las partes tiene prisa por cerrar un pacto definitivo.

En este caso, el objeto de controversia radica en las compras chinas de productos agrícolas estadounidenses, una de las demandas principales de Donald Trump en caso de querer el sí de Estados Unidos al acuerdo. Asevera que Estados Unidos tiene todas las cartas para poder salir ganando en esta guerra comercial.

A través de su cuenta de Twitter, el presidente estadounidense, asegura que las discrepancias en torno a la compra por parte de China de sus productos agrícolas es el signo de que "China no cumple, ese es el problema". Por su parte, el gigante asiático ha querido mostrar una propensión al pacto y ha reactivado las compras de los productos agropecuarios estadounidenses.

Hua Chunying, portavoz del ministerio de asuntos exteriores chino, ha acusado a EE.UU. de "actuar con mala fe" y de decir a los demás qué es lo que tienen que hacer cuando ellos son quienes "deberían mostrar una mayor sinceridad".

La mesa de negociaciones de este mes de julio la han compuesto el representante de Comercio Exterior de EEUU, Robert Lighthizer, y el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, fueron los estadounidenses que se enfrentaron a el viceprimer ministro chino Liu He y al ministro de comercio Zhong Shan, quien no participó en anteriores rondas al ser considerado uno de los representantes del ala más radical del Partido Comunista Chino.

La agencia de noticias china Xinhua asegura que los negociadores se volverán a reunir a partir de septiembre para conseguir rebajar unas tensiones que consideran innecesarias alegando una “esperanza sincera de normalizar las relaciones”.

Recordemos que los negociadores se levantaron en mayo con un conflicto creciente en la economía mundial tras al aumento por parte de Estados Unidos del 10 hasta el 25% de los aranceles a cerca de 200.000 millones de dólares en productos chinos a lo que Pekín respondió con un órdago de 60.000 millones que afectaban a todos los productos de origen estadounidense que entraran en el territorio del país asiático.

Sin embargo, las tensiones entre Washington y Pekín siguen mostrando una balanza comercial en la que Estados Unidos mantiene aranceles a productos chinos por valor de 250.000 millones de dólares y China los estanca en un total de 110.000 millones.