A la hora de invertir siempre se nos ha dado a entender que la clave está en apostar por activos líquidos, es decir, aquellos activos que podemos convertir fácilmente en efectivo, de forma rápida y sin perder valor, como es el caso del oro.

Pero las inversiones alternativas ganan cada vez más adeptos. Y entre esas inversiones, están los activos ilíquidos, como el inmobiliario o el capital riesgo, que no podemos convertir en dinero en efectivo de un día para otro. Estos activos han despertado el interés de muchos inversores con el objetivo de diversificar sus carteras.

¿Pero cuál es el motivo que incita a invertir en un activo que no podemos liquidar al corto plazo? El atractivo está en que ofrecen unas rentabilidades potenciales que hacen que merezca la pena correr el riesgo derivado de los plazos fijos que conllevan estas inversiones, tal y como señala Fernando Aguado, director de inversiones de Fonditel.



Pero, ojo, porque hay activos ilíquidos que se camuflan como líquidos, y esas son las inversiones que hay que evitar, ya que su prima de iliquidez no existe o es muy pequeña. En otras palabras, no tienen una prima de rentabilidad clara.

Entre las opciones más populares para invertir en activos ilíquidos están las infraestructuras y el capital riesgo. Unos activos a los que mira Aberdeen en sus fondos multiactivos para descorrelacionar la cartera.

Este tipo de fondos permiten que a cualquier minorista ser partícipe en este tipo de activos, que antes estaban relegados a determinados tipos de patrimonio. Requerían de periodos de iliquidez mucho mayores y capitales superiores. Pero ahora, gracias al auge de los mercados emergentes y la necesidad de construcción de carreteras y hospitales, son más accesibles y todos pueden tener un posicionamiento en ellos.

Los activos ilíquidos se convierten en una alternativa más para diversificar nuestra cartera de inversión, no sólo prestando atención al riesgo que estamos dispuestos a asumir, sino también a la liquidez que queremos tener.