El nuevo capítulo de la guerra comercial entre EE.UU. y China se escribe en la necesidad que tienen ambos de llegar a un acuerdo y en las mutuas amenazas, sanciones y aranceles que se imponen para demostrar su fuerza y la potencia de su economía capaz de aguantar lo que haga falta.

Por parte estadounidense, el presidente Donald Trump, anuncia, por un lado, que se va a reunir en la Cumbre del G20 de Japón con el presidente de China Xi Jinping y volver a amenazar con implementar nuevos aranceles a la totalidad de los productos que importa del gigante asiático. Este país ha respondido con tasas a 5.140 productos de EE.UU. por unos 60.000 millones de dólares, lo que se antoja una cantidad muy pequeña de las importaciones que le llegan del país de Donald Trump.

En este juego de amenazas el secretario de comercio, Wilbur Ross, advierte de que seguirán con las negociaciones pero que están cómodos en la situación actual: "Las conversaciones comerciales con China tendrán uno de estos dos resultados: O bien llegamos a un acuerdo de mutuo acuerdo, o bien impondremos los aranceles más altos que describió el Presidente Trump. Estados Unidos se siente cómodo con el resultado sea cual sea el camino, pero estaríamos contentos si pudiéramos llegar a un acuerdo con China. Queda por ver si eso se puede hacer".

La agencia Xinhua publica hoy un artículo en el que señala que EEUU realiza una política de acoso comercial, que China quiere negociar y que con su PIB es suficientemente fuerte para aguantar agresiones externas. El ministro de Exteriores, Wang Yi, defiende sus sanciones: "Creemos que en estas circunstancias, no tiene sentido acusar unilateralmente a la otra parte. Además, es inaceptable que la responsabilidad se transfiera a la otra parte. Los intentos de aumentar la presión pueden causar nuestro justo contragolpe. Los pasos dados por la parte china, no son sólo una protección de nuestros propios intereses, sino también una protección de los principios básicos del comercio internacional".

A partir del 1 de junio, China aplicará tasas del 10%, 20% y el 25% sobre un conjunto de productos estadounidenses ya gravados.