Tras años con una política monetaria de tipos de interés negativos y un programa de recompra de activos sin precedentes, Europa se debilita de nuevo.

La inflación está por debajo del objetivo cercano al 2% del BCE y el rendimiento del bund alemán ha caído nuevamente a niveles inferiores a cero. Mientras Italia ha entrado en recesión técnica, el crecimiento de la economía de Alemania, apodada la locomotora de Europa, ha echado el freno.

En este contexto, los inversores temen que la ventana del BCE para normalizar la política monetaria se haya cerrado. La voz casi unánime del mercado asegura que al banco central le quedan escasas herramientas para enfrentar la próxima recesión.

Esa recesión que tanto teme y augura el mercado, Mario Draghi todavía no la ve. Comparte esa misma visión el gestor de Morabanc Asset Management, Tomás García-Purriños quien, por cierto, opina que afirmar que el BCE se queda sin herramientas es descabellado.

Un claro indicador de que la situación económica en Europa no es buena es la vuelta de los TLTRO. Un tipo de préstamo que el BCE da a los bancos de la eurozona con cierto atractivo: tipos de interés de en torno al 0% y un plazo de devolución de hasta cuatro años. El único requisito a cambio: que los bancos utilicen esa inyección de liquidez para conceder más préstamos a la economía real. A hogares y empresas.

No es la primera vez que el BCE emite estos TLTRO. La primera vez fue en 2014 y en 2016 volvió a recurrir a ellos. Para Alexis Ortega, socio de Finagentes Gestión, estas políticas no funcionan. El BCE vuelve a ponerlas en marcha no porque hayan sido un éxito, sino porque hasta ahora no han dado resultado. Para Javier de Ferrer, de Ahorro Corporación, esta inyección de liquidez es una medida casi obligatoria.

Todo este escenario plantea grandes cuestiones para el próximo jefe del BCE, que será elegido por los líderes de la zona euro probablemente tras las elecciones al Parlamento Europeo en mayo.

Ojo, que si la sustitución de Draghi se manejase mal sería una incertidumbre más a un cóctel que ya incluye una desaceleración económica, la pérdida de eficacia de las políticas del BCE y la interminable lista de desafíos que enfrenta el próximo presidente de la institución. El resultado es un trago muy amargo.

La última reunión de Mario Draghi al frente del BCE será el próximo octubre. El día 31 de ese mes dejará oficialmente su puesto. Parece que el banquero central, apodado Super Mario por los mercados, terminará su mandato de ocho años sin haber ejecutado ni una sola subida de tipos de interés.

Con una Europa que requiere crecimiento e inflación y con el arsenal de políticas del BCE para muchos agotado, al sucesor de Mario Draghi se le pedirá la misma audacia.

Para ocupar la silla de Draghi suenan nombres como el del francés Benoit Coeure, considerado el mejor preparado, los finlandeses Olli Rehn y Erkki Liikanen y el alemán Jens Weidmann, que suena con mucha fuerza.

Los alemanes creen que podrían llevarse la presidencia del BCE, pero Weidmann, actualmente presidente del Bundesbank, ha contrariado a muchos con su clara oposición al programa de estímulos del BCE. Es por ello por lo que Alemania podría decantarse más por la presidencia de la Comisión Europea en vez de luchar en una batalla cuesta arriba por Weidmann.

El elegido tendrá sobre sus hombros la responsabilidad extra de trabajar con las tres características sobre las que se sustenta la política monetaria actual del BCE: la paciencia, la prudencia y la persistencia.