Francia: menos presidente, más Parlamento. La abstención y la quiebra del ‘frente republicano’ han hecho del país vecino hoy un territorio más democrático que ayer. El ‘seísmo electoral’ deja a Emmanuel Macron dirigiendo con una Asamblea Nacional entre amenazas de hacer colapsar a la quinta República.

En el panorama político más fragmentado desde 1958, ¿qué le espera a la segunda economía de la eurozona?

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Macron y el reto de gobernar Francia "partido a partido" sin colapsar

Desde la reforma constitucional de 2008, la costumbre es que la presidencia de la Comisión de Hacienda recaiga en la oposición y con ello que controlen el calendario parlamentario

Cuando Francia llegó hace seis meses a la presidencia de turno de la Unión Europea, Emmanuel Macron se las veía felices desde el Elíseo y como Napeleón, tiempo atrás gobernando Europa con estilo parisino.

Pero hace unas horas todo esto se ha venido abajo. Un castillo de naipes que cede al envite de la coalición de izquierdas liderada por el populista Jean Luc Melenchon quien este domingo, según se conocieron los resultados, salía victorioso a proclamar la derrota del centrista Macron en un país donde los extremos cada vez cogen más impulso a pesar de que la presidencia la ostenta el espejo político del establishment.

Macron ha entrado en territorio desconocido. Francia, por la ley que tiene, no se suele gobernar con un presidente sin mayorías absolutas en la Asamblea Nacional. La derrota, en todo caso y como en cualquier proceso electoral, tiene más de una lectura. La coalición macronista, Ensemble, seguirá siendo la que tendrá más diputados que el resto, pero queda muy lejos de poder hacerlo sin acuerdos.

La izquierda y la extrema derecha, dos posiciones que van a por él sin miramientos, serán los que tiene enfrente para poder alcanzar el anhelado consenso, exótico, en cualquier caso, es un sistema presidencialista que ya amenaza con verse abocado a la ingobernabilidad.

De hecho, la mayoría de los diarios franceses llevan en portada esta palabra este lunes: ingobernabilidad. No se asumen que el presidente pueda tener un Gobierno que no dirija a su antojo y esto es un problema. Tanto contratiempo presupone que la prensa gala hoy ya especula con de aquí a un año – antes no puede hacerlo – Macron convoque unas nuevas elecciones.

Moción de censura

A esta hora, nada se descarta. Confirmado tenemos, eso sí, que Melenchon, el próximo 5 de julio, de aquí a un par de semanas, va a presentar una moción de censura para echar a Macron. ¿Lo seguro? Que está abocada al fracaso porque Los Republicanos – derecha tradicional – y ahora en el Grupo Mixto ya han dicho que no lo apoyarán.

Y aquí es donde está otra de las claves de estas elecciones. En los conservadores de toda la vida, en Los Republicanos que con Nicolas Sarcozy – por ser el último – han dirigido Francia en las últimas décadas de bipartidismo imperante.

Estos ya han dicho que no apoyaran por nada a Macron en sus proyectos legislativos, pero que tampoco lo dejarán tirado a la primera de cambio. Les dice que tendrán que ir “partido a partido”.

Porque el parlamento francés encarna hoy un panorama político tan fragmentado como pocas veces lo han hecho. Desde 1958 no se habían visto los diez grupos parlamentarios que hoy pueden poner en entredicho al Elíseo. Tres hablan de presentar una moción de censura y mientras, la economía, en vilo.

Mercado entre problemas

En el mercado, los tipos de interés a 10 años en Francia han subido ligeramente tras conocerse los resultados. Los inversores están preocupados por la capacidad que ahora tendrá Macron para llevar a cabo sus reformas.

El peligro está en la Asamblea Nacional. Eso lo sabemos. Ahora lo que está en disputa es la presidencia del Comité de Finanzas.

El papel que juega su presidente en el mecanismo presupuestario del Estado es muy importante: fija el orden del día de esta comisión, en particular en el examen del proyecto de presupuesto y también puede solicitar registros de impuestos de empresas o individuos.

La regla, desde la reforma constitucional de 2008, es que la presidencia de la Comisión de Hacienda recaiga en la oposición. Además, hay dos costumbres: la presidencia va al principal grupo de oposición y los diputados de la mayoría, miembros de la Comisión de Hacienda, no participan en la votación. Dos tradiciones que nada dice se respetarán este año, pero que de hacerlo dejarían a Macron a expensas de los socialistas.

La mayoría de los ministros de Macron se han quedado sin sitio en la Asamblea Nacional. La izquierda reclama el puesto de primer ministro y la recientemente embestida, Elisabeth Borne, ve peligrar un camino de centro que Francia demuestra que cada vez lo quiere menos.