Ningún sector se ha salvado de percibir el impacto de la pandemia de coronavirus. Sin embargo, el efecto no ha sido negativo en todos los casos. Si miramos al oro, la gran perdedora ha sido la joyería, pero el premio se lo ha llevado el oro físico. ¿Qué tendencias nos deja esta crisis sobre el metal precioso?

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El oro físico está de moda: las tendencias que nos deja la pandemia sobre el metal

Si miramos los hábitos de los consumidores durante la pandemia, vemos que las personas se inclinan más hacia el ahorro y a gastar en necesidades básicas. Con el oro la tendencia es similar. Hay menos motivos para celebrar, no hay fiestas y tampoco es momento de hacer grandes gastos. Por eso, el sector joyero ha sido el más perjudicado dentro del negocio del oro. En el tercer trimestre del año, ha registrado una caída del 29% en su demanda respecto al año anterior, según el informe Gold Demand Trends del Consejo Mundial del Oro.

De todos modos, en términos monetarios la caída no ha sido tan grave. Esto se debe a la revalorización del precio del oro en lo que va de 2020 que ha llegado a alcanzar incluso los 2000 dólares la onza.

El oro de inversión, ganador en la pandemia

Así como las personas buscan cuidar sus bolsillos, también analizan formas de cubrir el valor de su dinero. En esto entra el oro de inversión, que ha sido el gran beneficiado de la crisis del COVID-19.

La demanda de inversión creció un 21% interanual en el tercer trimestre, hasta las 494,6 toneladas. Pero el que se ha llevado el premio principal ha sido el oro físico.

La demanda de lingotes y monedas se ha disparado casi un 50%. El mayor crecimiento se ha dado en Estados Unidos, que cuadruplicó sus cifras hasta las 19,2 toneladas, la mayor cantidad desde 2016. En Europa, los inversores han aumentado sus compras un 65% interanual impulsado por Alemania. Por su parte, los ETF, que en otros trimestres han tirado del carro del sector de la inversión, han crecido apenas un 5%.

Si miramos a los bancos centrales, las entidades responsables de lanzar estímulos para intentar mantener a flote las economías, se han convertido más en vendedores de oro que en compradores por primera vez desde el año 2010. La incertidumbre ha provocado que las compras brutas se hayan reducido a 33 toneladas en el trimestre, mientras que las ventas brutas se dispararon a casi 80 toneladas.