El pozo de la verdad universal. Bajo las sombras de los estantes son cientos los libros que arrojan respuestas a las preguntas de una humanidad que no cesa en su curiosidad. Dicen de ellas en alguna que otra elegía que son oasis de razón entre la sinrazón, encendedoras de inquietudes y cunas de entendimiento.

Amantes de almas errantes, a las bibliotecas en el Antiguo Egipto se las llamaba el tesoro de los remedios del alma porque en ellas residía la medicina de la ignorancia, la más peligrosa de las enfermedades y el origen de todas las demás.

Refugios y proyectos de vida. Otra necesidad más, el vehículo con el que transportarse a los más lejanos puntos del universo. Máquinas en el tiempo que del pasado lejano nos lleva al lejano futuro donde arranca, ahora, nuestra historia. ¿Destino? La biblioteca del Palacio de la Bolsa de Madrid.

Escucha el noveno episodio de "Historias de la Bolsa", un podcast en colaboración con BME:

Para Jorge Luis Borges las bibliotecas eran aquellos paraísos que siempre imaginó, donde la vida toma forma a través de las palabras y el conocimiento encienden nuestra alma porque una biblioteca (y mucho menos esta) no muere nunca siempre que haya alguien dispuesto a darle vida.

La voz de quien en el Palacio de la Bolsa recae esta responsabilidad es la de María Paz Alonso, responsable de un fondo de más de 36.000 documentos que nos cuentan la historia de nuestro mercado, pero no solo porque a José Antonio Torrente Fontuño, Agente de Cambio y Bolsa, y fundador de esta biblioteca era un humanista.

Le gustaba todo y llenó este pequeño cuarto más largo que ancho caracterizado por las maderas de sus vitrinas y su primer piso barnizado de historias que venían de más allá de la economía aunque claro siempre todos tenemos nuestras preferencias aunque la esencia nunca hay que perderla.

Nacida al albur de los primeros años del capitalismo popular de los años 70, 80 y 90, es ya en el siglo XX cuando surgen as privatizaciones de empresas públicas y se desarrollan fenómenos como el de las `matildes´ de Telefónica.

Fenómenos que están hoy plasmados en el fondo de esta biblioteca en el que la joya de la corona es el boletín de cotización. Aquí solo está el de la Bolsa de Madrid, pero cada parqué tiene el suyo. Barcelona, Valencia y Bilbao por ser las que más cerca están, pero Lisboa, Ámsterdam, París Frankfort o Londres también guardan estos documentos como ‘oro en paño’.

Documento que hoy todavía se consulta. No por las cotizaciones históricas de firmas como, entre otras, la más antigua de nuestro parqué, Duro Felguera sino por el entorno macroneconómico que en ellos queda plasmado.

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Divisas, deuda y datos diarios en anuarios encuadernados por meses. En definitiva, testigos del "sentir económico de una época".

Más allá del boletín quedan los anuarios. Anuarios que no solo eran testigos del momento sino que se utilizaban, por algunas compañías, como escaparates para darse a conocer porque colocarse en el anuario era un seguro de que quien lo consultase (y entonces eran cientos de miles de personas los que buceaban entre sus páginas) iba a fijarse en ti.

Porque Duro, Telefónica o Banco Santander no siempre fueron las gigantes de hoy y, también ellas, en sus inicios, tuvieron que hacer ‘marca’.

Marca registrada que hoy encarna Mari Paz Alonso. La voz de la biblioteca, la voz de más de 36.000 libros que quedan sobre la superficie y que a partir de ahora trataremos de conocer más a fondo.

Historias de la Bolsa: La biblioteca, el paraíso donde se enciende el alma

Una biblioteca (y mucho menos esta) no muere nunca siempre que haya alguien dispuesto a darle vida a un fondo de más de 36.000 testimonios