Por Santiago Ávila, profesor de liderazgo en EAE Business School

Hace unos días, ante la pregunta de una periodista que indagaba sobre los efectos que podía tener en el Barcelona la salida de un líder como Messi, negué la mayor: Messi no es un líder, es un extraordinario jugador de fútbol, pero como tal jugador no aporta liderazgo colectivo. Veamos, cuando una persona, jugador, directivo… se enfrenta con problemas que están al alcance de sus habilidades y conocimientos, no se siente en la necesidad de tener que recurrir a su carácter, a su coraje, en definitiva, a su empeño por conseguir el logro de sus metas incluso en circunstancias poco alentadoras. El coraje debe hacer su aparición cuando el conocimiento y la habilidad se encuentran desafiados al máximo.

¿Por qué negarle a Messi la condición de líder?

No existe líder sin carácter. Los conocimientos intelectuales y emocionales, las habilidades adquiridas con experiencia y tenacidad, capacitan al individuo, pero para ser líder no es suficiente; además, se necesita el coraje que finalmente determina el logro de las metas. Y cuando el partido se ha presentado duro y complicado, en competiciones importantes y en momentos difíciles, Messi no ha estado.

Messi necesita estar rodeado de personas que le arropen con su determinación y ganas de victoria para que la magia de su juego se pueda expresar. ¿Qué se diría del mando de una unidad militar que en pleno conflicto se muestra apesadumbrado ante sus hombres sin ofrecerles el liderazgo que merecen, que necesitan para cumplir con su misión?

Resulta muy clarificadora la imagen captada en el vestuario del Barcelona en el descanso de su partido contra el Bayern de Múnich: un jugador derrotado, ensimismado y sin coraje, que se mostraba incapaz de un gesto de pundonor, de rabia por la situación que estaba atravesando el equipo. Messi es un grandísimo y finísimo jugador, seguramente como no ha habido otro igual, pero para liderar en lo colectivo, mejor pensar en Ronaldo, Maradona o Cruyff, pongamos por caso.

Pero si de liderazgo se trata, cabría preguntarse por los directivos de la entidad en cuestión siempre oteando lo que la masa social parece querer para satisfacerla; siempre adulando y evitando contradecir a los jugadores porque pudiera ser que la hinchada se enfade con ellos, y dejando en evidencia en todo caso al entrenador, figura que se acaba concretando como un muñeco que se sacrifica a conveniencia. Hoy en el Barça no hay carácter, firmeza, claridad en las ideas, simplemente se hace lo que la masa quiere.

Cuando Mandela fue elegido presidente de Sudáfrica, sus seguidores y votantes negros clamaban tomar venganza sobre los blancos que habían propiciado el apartheid. Nada hubiera sido más fácil para él que seguirles, ¡qué comodidad! Surfear una ola como si la estuviera dirigiendo. No fue así, y no fue así porque consideraba que eso no era lo correcto, era el momento del perdón, no de alimentar un odio suicida.

Liderar es estar solo, no entregarse a los populismos, y lo que ha hecho la directiva del Barcelona es justo lo contrario; y ello finalmente se ha concretado en un grupo de jugadores que ha establecido una parcela de poder que no puede gestionar ni su entrenador (porque lo despedirán) ni una directiva que está mirando constantemente con el rabillo del ojo lo que parece querer la hinchada. Liderar es evitar el agasajo y la comodidad de hacer lo que quieren los demás y ceñirse a lo que es correcto hacer.

Messi no es líder y las recientes directivas del club, además de no serlo tampoco, no han sabido dirigir la institución desde hace ya demasiado tiempo.

Cruyff cambió una mentalidad victimista y perdedora por una responsable y ganadora. Su legado ha muerto y vienen curvas que alimentarán de nuevo aquella antigua forma de enfrentar los problemas. El líder, por muchas razones que tenga, nunca abandona cuando las cosas se ponen feas.