“El litio es la llave de la transición energética, el paso desde las energías fósiles a las energías renovables”. Empresas y gobiernos han entendido bien este mensaje y aprovechan el tirón de la demanda del llamado oro blanco, para el que se estima una producción mundial de 53.000 toneladas para 2020, desde las 33.250 actuales. El auge de esta industria, ligado a los productos tecnológicos y especialmente a las baterías de los coches eléctricos, añadirá por tanto una enorme presión sobre los recursos naturales de las regiones en las que se extrae el litio.



Las ventajas comparativas del Salar de Atacama lo someten a una mayor presión y la región verá casi duplicada la extracción de litio en los próximos años, según explica desde el Centro Regional de Medioambiente Ingrid Garcés Millás, profesora de la Universidad de Antofagasta de Chile. Ejemplo de ello es que los mayores productores mundiales del mineral, la estadounidense Albemarle y la chilena SQM, vayan a duplicar su producción de carbonato de litio gracias a los contratos recientes con el gobierno del país. La competencia aumenta con la entrada de China en el mercado a través de la participación de Tianqi Lithium en SQM.

Con este escenario, es posible el agotamiento temprano de las salmueras del Salar y la situación de los recursos hídricos es “crítica”. Este mineral se obtiene mediante un proceso de evaporación por el cual el agua subterránea se bombea hacia grandes piscinas cuya agua se evapora bajo el sol del desierto. Las sales se asientan y un proceso químico posterior da lugar al carbonato de litio. El proceso de extracción a través de las salmueras del Salar es el más barato, pero implica un ingente consumo de agua que no regresa después al terreno.

Como consecuencia, están disminuyendo los niveles de agua subterránea y los humedales se están secando. Las comunidades indígenas de la región acusan la escasez, la falta de agua potable y la contaminación del suelo. A todo ello se suman las consecuencias para la flora y la fauna y, en definitiva, todo el ecosistema de la zona.

El abogado y director legal de la Fundación Desierto de Atacama, Alonso Barros, apunta que a la minería de litio se une la extracción de cobre. “Al sur del Salar opera Escondida, que pertenece a BHP, donde produce más de un millón de toneladas de concentrado de cobre y para ello requiere de agua dulce que trae de afluentes subterráneos. También extrae la minera Zaldivar, propiedad de Antofagasta”, explica.

“La presión sobre el agua dulce por fuera y la presión por dentro de la salmuera hace que se estén estresando los recursos hídricos y la biodiversidad. Todo el salar está rodeado por 19 comunidades indígenas con demandas territoriales y derechos de agua que ven como se ha desatado una auténtica guerra por el agua”, añade Barros.

El mineral estratégico clave para la transición hacia una matriz energética verde se desarrolla a costa de la devastación del ecosistema, lo que según Garcés "cuestiona la sustentabilidad de una matriz energética fósil sustentada en el uso del litio para baterías".